Exceso de equipaje: Koldo Aldai


Exceso de equipaje

Etiopía, Navidad 2008-09

A la ida por sobrecarga de lápices, cuadernos y juguetes..., a la vuelta por sobrecarga de recuerdos. Me desembaracé de algunos de ellos y los volqué en la Red. Ahí algo de la crónica escrita e imágenes de este viaje a Etiopía recién culminado.

Me desnudé ya el Papa Noël. Vuelvo al teclado junto a la estufa de leña, mas algo se quedó en aquella tierra caliente, bajo un sol olvidadizo, bajo un astro que no penetra chozas y tugurios... No sé si volveré a calzar su tripa, su manto rojo, no sé si atronará su carcajada por los pasillos de grises hospitales, por los barracones de orfanatos olvidados..., pero me consta que en algún lugar mora un payaso capaz de burlar gruesas tragedias.

Vengo de despedir a Papa Noel. Resulta que iba dentro. No sabía que viajaba conmigo. Al comienzo no fue fácil sacarlo. De alguna forma había que explotar sonrisas y cogí una barba y un manto rojo y un saco donde metimos caramelos y esperanza a rayas y a cuadros, cuadernos de vivos colores, también reglas y lápices. A veces se atragantaba la carcajada, a veces tentativa de huida, pudor de llegarme con otra lengua, con otra cultura, con un personaje de grandes almacenes..., pero Papa Noël resultó la excusa más rápida y directa a la alegría compartida.

Vuelvo a escribir, pero delante del suspirado Mac, me entero tarde de que lo que quiero es seguir riendo con Marawi, con Betty, con Ruth... con todos es@s chaval@s que buena gente arrancó del oprobio y la miseria; lo que quiero es saltar y jugar hasta que llegue la “ingera" con picante salsa de lentejas... Vuelvo a la pantalla pero el niño asoma a la ventana y la plaza está desierta y los colegas a miles de kilómetros... Pésimo inglés por mi parte, falta de recursos para el divertimento, pero el gozo rayó momentos inolvidables. En la despedida los brazos se quedaron pequeños y en la llegada ahora el corazón encogido.

No se ahoguen las verdaderas lecciones en exceso de recuerdos. Hay quienes todo lo dan por esos niñ@s, que aún con todo, saltan y ríen y hay quienes todo lo siguen dando por l@s pequeñ@s que yacen ausentes, inmóviles en grandes cunas. Hay lecciones de entrega en medio de duros y hediondos pabellones que uno nunca puede olvidar. Las hermanas franciscanas, las misioneras de la caridad… escriben en Adis Abeba y en tantos otros rincones del mundo, desde el absoluto anonimato, los más excelsos testimonios.

Sobrecarga de recuerdos… No olvidaré ese paseo por las chozas de paja, por las cabañas de uralita, por las calles de bache y basura… No olvidaré a mis compañer@s de juego en plazas sin sombra, ni nombre. No olvidaré ese mantram-carcajada capaz de desafiar, siquiera por unos instantes, el feroz destino. No olvidaré esa humanidad morena, hermana, hija de nuestro mismo Dios, heredera, nadie lo dude, de Su misma Gloria.

Los viajes no sanan necesariamente adicciones. Dudé al retomar telediarios. Ahora ya sé que la Navidad no brilló en Tierra Santa: bombas y más bombas sobre Gaza. Traga la misma tierra aún más plomo, la misma gente aún más sufrimiento. ¿Para cuándo los payasos en ese escenario batido, en esas plazas desiertas? Cese la barbarie, calle la muerte, explote la vida por tanto tiempo allí acallada.

Más información gráfica y escrita de la experiencia: http://www.portaldorado.com/in.php?doc=6020

Koldo Aldai

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