Entrevista a Xabier Pikaza: Koldo Aldai
“Creo en el encuentro de mi mano con la mano de los otros, en el gozo de mis ojos con los ojos que me miran, en la dulce compañía de Dios…”
Atiende al llamado incesante de la Tierra. Quien escribió “Si me quitan la libertad, me quitan el evangelio” sale a correr todas las tardes por los campos de Castilla. Tiene 68 años, pero le gana corriendo a “Beltza” su inquieto perro negro, cuando abre las puertas de su casa. Corre con sus vaqueros y su sola camiseta caqui en mitad del invierno por los alrededores del pueblo burgalés donde vive. Corre también con sus sentires y reflexiones propios de futuro. Por eso un día tuvo que dejar la vida religiosa oficial.
Xabier Pikaza tiene el valor de quienes van más allá de la ortodoxia del credo y del tiempo y a fuerza de kilómetros a campo abierto se hacen imprescindibles. No gusta de los planteamientos inmóviles: “Objeto las imposiciones superiores, las victorias decididas de antemano”. No en vano afirma que siempre le ha movido un gran deseo de libertad, anhelo incluso superior a la experiencia religiosa y el gozo de saber.
Crecido en la cultura del esfuerzo, cada mañana se vence a sí mismo. Con esos ojos brillantes, con ese espíritu dinámico se hace difícil imaginarlo quieto, parado escribiendo extensos tratados bíblicos y de teología. Horas al ordenador no le faltan. Su mujer, María Isabel, le acompaña. Ella tiene su pantalla junto a la de Xavier. Ella corrige libros. No comparten monitor pero sí ventana, frío burgalés y un mismo universo de esperanza y de fe.
Abandonó el sacerdocio. Se casó con esta extremeña dentro de la Iglesia. Gusta decir que ahora es “un católico sin más”, para seguidamente añadir: “No creo que la distinción de laicos y sacerdotes sea esencial en la Iglesia. Todos los cristianos formamos parte del llamado ‘pueblo de Dios’, aunque podemos ejercer funciones distintas”.
En el pequeño pueblo castellano no saben que es uno de los teólogos progresistas de referencia, que ha escrito más de treinta libros. Tampoco saben que hubo de dejar a los mercedarios tras tres decenios de magisterio en la Universidad de Salamanca. En el pueblo no saben que sus trabajos han sido traducidos a diferentes idiomas, que su obra se distribuye por todo el mundo. Para los aldeanos es el que escribe y escribe, el que desembarcó hace seis años con un camión cargado de librosUna fría tarde de invierno llamamos a la puerta de este vasco tozudo que fue cesado por diferencias doctrinales con la jerarquía, vasco de Orozco que en el 2003 inició una nueva vida privada, alejado ya de las continuas tensiones a las que se veía sometido. Té caliente, pastas de unas monjas cercanas, troncos crepitando y apagando todo el frío del cuerpo y un hombre maduro, afable, fraterno, cargado de fe y de vida que abre su corazón entero sin conocernos de nada…
Su vida en la infancia fue una continua superación de esfuerzos y vencimiento de riesgos...
Sólo arriesgándome sentía mi valor, me podía valorar como persona: “Aquí estoy yo, lo he conseguido”. Pero también podía añadir: “Ha estado Dios, estoy acompañado”.
¿Apegado a la cultura del esfuerzo?
No nacíamos ya hechos, teníamos que hacernos, naciendo del esfuerzo. La vida es para mí continua superación, un juego fuerte en el que debo superarme para conseguir aquello que deseo.
¿Y a la del riesgo?
La vida implica riesgo. Sólo arriesgándose y “jugando” a fondo puede conquistarse su tesoro. Yo jugué y así he seguido viviendo desde entonces, con la sensación de que la gracia de Dios ha venido acompañando y sosteniendo la jugada.
El recuerdo de su madre siempre ha estado latente…
Era maestra. Le hicieron un juicio militar por ser nacionalista y aceptó el castigo: fue a la escuela de montaña más montaña de la actual Cantabria. Era una ley de cañones, imposición de vencedores. Vivir supone aguantarse, llorar en silencio, morar fuera de casa. En mi entraña creció una sed de libertad para mi pueblo y para todos los hombres derrotados de la tierra. Supe que Dios es libertad en medio de opresiones, supe que era tierra en un mundo hecho destierro y verdad en una escuela oficial que presidía el crucifijo y donde sólo se aprobaba diciendo mentiras.
Sartre decía: ¡Si hay Dios yo no soy libre!...
Yo en cambio formulo que sólo si hay Dios puedo ser libre. Dios es la verdad y la hondura de la comunicación, es la fuente de comunicación radical interhumana.
¿Valora mucho la comunicación?
Creer es comunicarse en palabra de diálogo gratuito, abierto hacia todos los humanos.
¿De dónde viene esa fe?
Como San Juan podría afirmar: “Ya no guardo ganado, ni tengo otro oficio, que ya sólo amar es mi ejercicio…” En el fondo de mis quehaceres voy descubriendo un manantial de amor, la posibilidad de vivir en transparencia. Hago muchas cosas pero en el fondo sólo me importa el amor. Estoy convencido de que el hombre es ante todo un animal de amor, un viviente hecho para querer y ser querido.
¿Cómo se concreta esto?
Procuro que el camino de amor/amistad no se me vuelva pura melancolía, sino un modo de visitar y liberar a los demás para redimirnos mutuamente. Soy religioso, creo en la no violencia activa y creadora.
¿De dónde viene ese entusiasmo por el diálogo interreligioso?
Hay una gran capacidad religiosa en el ser humano, pero éste nace sin religión alguna. Es preciso dialogar todos sin perder nuestras identidades. Puedo pensar que tengo razón, pero no puedo decirlo, menos aún imponer esa razón. Más al contrario, en cada uno de nosotros hay algo de otras religiones. Primero tienen que dialogar el católico, el budista, el mahometano, el hinduista… que llevamos en nuestro interior. Por lo demás, creer en la comunicación es lo más hondo y transformante de todo el evangelio. Es creer en la palabra que se dice y se escucha de forma encarnada, en el gesto de los ojos, en la fuerza del trabajo y el cariño de las manos.
¿Cómo se articula esto?
Una fe, una experiencia profunda y muchas religiones. El diálogo hay que hacerlo desde el respeto al espacio de cada grupo, pero a la vez es preciso crear espacios comunes de encuentro. Hay diferentes teorías al respecto del diálogo interreligioso. Hay quienes apuestan por la mística como vínculo universal, hay otros que ponen el énfasis en el acercamiento entre las bases religiosas, entre los seguidores de unas y otras religiones. En cualquiera de los casos es preferible evitar la discusión teológica. Es muy rico añadir al diálogo interreligioso una mutua fecundación cultural.
El dogma no ayuda en este reto…
El dogma nos ayuda a centrarnos en lo esencial, pero a la vez absolutiza la religión. El dogma puede también fosilizar la religión, perderla. Las tradiciones se mantienen en la medida en que se recrean. Las grandes religiones han sido casas grandes en las que ha habido de todo. Cuando se ejerce un dominio excesivo es peligroso.
¿Un ideal de Iglesia?
Comunidad responsable y gozosa que comparte la Palabra. Revelación de Dios en nuestros caminos, institución del amor hecho servicio. La Iglesia como estado general del amor es el lugar donde amo y soy amado; es el conjunto de lazos que por Cristo y desde Cristo me unen con los hermanos. Ella es el lugar, donde en confianza y apertura de Dios, los hombres de este mundo intentan hacer suyo el cumplimento del mensaje de Jesús: “Amaos los unos a los otros…”
¿La religión es preciso organizarla?
Ha habido personas muy espirituales que han sentido sin más la necesidad de comunicar lo que han vivido, que les ha llegado simplemente la llamada a ofrecerla. La Iglesia ha querido organizar la espiritualidad hasta el milímetro. Vivimos en la patología de una religión que desea controlarlo todo. La religión es un lenguaje. La espiritualidad no sólo me une a la vida y a la naturaleza, también me une a los otros. He de encontrar elementos que me vinculen, signos que otros entiendan.
¿Qué le pediría a la Iglesia de hoy?
Que exprese y actualice entre los hombres el amor de Jesucristo. Casi todo lo que voy pensando, todo lo que he escrito está fundado en esta experiencia y exigencia de liberación cristiana.
¿Falta libertad en la institución?
Sí que ha habido una religiosidad dominante y una institución que se ha creído en el derecho de imponer, de afirmar lo que está limpio y lo que no, lo que es verdadera y falsa espiritualidad. Ha hecho servicio, pero también ha generado males. Dentro de una Iglesia organizada es muy difícil que haya autonomía espiritual. Hay ejemplos tristes. Por nombrar sólo uno: no tiene sentido que la Iglesia condenara a un viejecito Echart ya cercano a la muerte.
¿Necesitamos de las raíces para poder avanzar hacia el futuro?
La tradición nos proporciona raíces, pero en nuestro caso, la Iglesia católica ha ahogado demasiado la espontaneidad. Vivimos un momento de espiritualidades unidas.
¿Vigencia al día de hoy de las religiones?
Las religiones nos son válidas en la medida en que nos alimentan y nos ofrecen estímulos, sin embargo debemos recrearlas y podemos incluso sobrepasarlas. La religión mantenida en sí misma, sin recreación puede ser también repetición vacía. Las tradiciones no se pueden imponer. Es preciso ver las aportaciones de las demás tradiciones a nuestra propia tradición. La raíz común se puede manifestar en formas distintas. No es preciso romper con la tradición, pero tampoco conviene absolutizarla. La clave es el encuentro, el diálogo entre las tradiciones, sin cada una perder sus identidades.
¿Se puede ser de diferentes religiones al mismo tiempo?
Yo no sé si se puede ser varias cosas al mismo tiempo. En mí albergo la influencia de otro credo natural. Mi verdadera y profunda religión es la de mi amama (abuela en vasco vizcaíno). He aprendido a ser cristiano, pero aquello me surgía espontáneo.
¿Qué recuerdos guarda de aquel tiempo?
Enseñanza muy profunda y oración verdadera fue la de bendecir con mi amama los campos sembrados. Nadie tuvo que enseñarme nada, no hubo necesidad de catequesis. Del fondo de los siglos llegaba el sacramento del niño y de la abuela con la tierra. Tengo vívidos recuerdos religiosos ante los fenómenos cósmicos, al orar cuando se metía el sol, cuando la tormenta…
¿Cómo nos habla Jesús hoy?
Lo propio de Jesús a diferencia por ejemplo de Mahoma es que Él ve que le van a matar y no organiza un movimiento armado, sino que el mismo va a Jerusalén, exponiéndose a la muerte, pero esperando también que pueda actuar Dios y convertir a los de Jerusalén. Él se arriesga. Los evangelios recogen elementos importantes de cómo actuaba Jesús, pero es preciso actualizarlos.
¿Mejor a solas con Dios…?
En el encuentro con Dios no interviene nadie. Cada uno vive su experiencia y anima a otros con esa experiencia, la comparte. La estructura posterior es secundaria. Se puede pertenecer a una institución grande, siempre que ella garantice espacios de libertad.
Aún sacerdote Vd. escribió: “Quiero descubrir esta frágil carne como lugar teológico supremo, es decir como revelación del Dios de Cristo. Ser carne significa aceptar mi propia debilidad, haciéndola principio de comunicación y de esperanza…”
Subrayaba la importancia de la comunión de un varón y de una mujer, que se saben y se dicen cuerpo compartido, sangre común, allí donde el uno descubre, en gozo pleno y en dolor total de muerte, que está dando su propio ser al otro, que no se pertenece.
Ya recuperó la salud de sus ojos, ¿cómo andamos de corazón…?
Tengo un corazón frágil, pero lo descubro latiendo cada día, renaciendo de sus ruinas, brotando milagrosamente de sus propios inviernos y temores.
¿Otros latires…?
Entusiasmo por la vida, evocación de muerte, sensación de libertad, gozo por la tierra que me acuna, caricia de colores y de aromas, bienestar tras el esfuerzo…
¿Verdad?
La verdad es algo que no se puede imponer. Una verdad que se impone no es la verdad.
¿Dios?
Principio, camino y meta del amor. Dios es el amor concreto que está al fondo y en el centro de la pobre carne humana.
¿Tentación de silencio, de cerrar los libros?
No sé lo suficiente como para callar. No tengo la madurez necesaria para quedarme quieto. Por eso sigo escondiendo mi ignorancia y miedo en mil escritos.
Imagine la inmortalidad…
No quiero una inmortalidad mía. La inmortalidad es que Dios me acoja y me quiera. Creo en la resurrección de estar con otro, de recibir la vida como don, de gozarla en compañía, como regalo de Dios, carne compartida. Creo en la resurrección de la carne, en el encuentro de mi mano con la mano de los otros, en el gozo de mis ojos con los ojos que me miran, en la dulce compañía de Dios…
18 de Marzo de 2009
Koldo Aldai
Fundación Ananta
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